A las consultas de los cirujanos plásticos asisten de forma creciente progenitores angustiados por los inconvenientes estéticos de sus hijos. Los especialistas aducen que no hacen milagros, mas sí maravillas, en especial con los jóvenes. Pues una intervención -reducir por poner un ejemplo la grasa en el pecho de un muchacho- puede mudar su vida de manera inmediata. Además de esto, la cirugía estética adolescente ofrece una característica: no hay mayoría femenina de pacientes; los chicos están prácticamente tan preparados como a prosperar su imagen.Lo que le sorprende al cirujano Francisco Javier Gabilondo es la naturalidad con la que los chavales asisten ahora a su consulta. «Ya antes se consideraba algo excéntrico; ahora no. Lo más corriente entre los chicos ha sido siempre y en toda circunstancia operarse la nariz y las orejas. Entre las chicas, la reducción o bien el incremento del pecho, mas cada vez vienen más chavales a hacerse una lipoescultura. Sobre todo un poco antes del verano. Pues los hay que no se atreven a quitarse la camiseta en la playa y los que están hartos de hacer dieta. ¿Para qué exactamente, si en una sesión les puedes eliminar un acúmulo de grasa y terminar con el complejo?».
Velia Lemel es jefe de cirugía plástica del centro de salud Clinica Lemel y, además de esto, tiene consulta privada en la policlínica San Antonio. Esta segunda ocupación es la que le fuerza a ver casos en ocasiones inauditos, en ocasiones incomprensibles; otras veces, preocupantes.
Para este cirujano, series televisivas como Los vigilantes de la playa son las que generan tan tremendos complejos entre los adolescentes para los que modelar sus cuerpos se transforma en una necesidad obsesionante. Una investigación de la Universidad del País Vasco termina de probar que el sesenta por ciento de los jóvenes vascos se siente insatisfecho de su cuerpo.
Para los cirujanos plásticos, trabajar en adolescentes es más gratificante que en adultos. «Yo se lo he advertido en ocasiones a los progenitores. Les he dicho: «Mira, esta pequeña no desea salir de casa del complejo que tiene, mas después no tendrás cuerdas suficientes para amarrarla». Y es que cuando hay un complejo justificado, una nariz exorbitante o bien unos pechos excesivos, le amarga la vida a un adolescente y una intervención tuya cambia su existencia. Eso es cierto». De esta forma lo explica Benito Vilar-Sancho, que aparte de cirujano es el presidente de la Sociedad De España de Cirugía Plástica. Vilar-Sancho clasifica las operaciones más frecuentes conforme los sexos: , orejas, nariz y ginecomastia (reducir el pecho); , lipoescultura, reducción de mamas, nariz y orejas. Es Vilar-Sancho el que cuenta que muchos progenitores llegan angustiados a su consulta pidiendo que haga algo por solucionar el inconveniente de su pequeño.
Fernando Barragán, directivo de la clínica madrileña que lleva su apellido, agrega una novedad en este terreno: la fobia a las cicatrices que afecta sobre todo a los varones. Este último aspecto no es tan gratificante para los médicos, puesto que saben que las cicatrices son marcas indelebles sobre cuya desaparición los pacientes acostumbran a poner enormes esperanzas.
En la Clínica Barragán se registran mil operaciones por año. Con tan alta actividad, Fernando Barragán tiene sus estadísticas: «Entre los adultos hay una concluyente mayoría de pacientes femeninas. Diría que la proporción es de 8 mujeres por cada 2 hombres. Entre los adolescentes, está considerablemente más equilibrada: 6/4».
«Es verdad que prácticamente son mitad y mitad», corrobora Miguel Ángel Gimeno, jefe de servicio de la Clínica Sagrado Corazón y presidente de la Agrupación de Cirugía Plástica y Estética de Sevilla. «El inconveniente es que muy frecuentemente vienen con causas inexistentes. No se ven a sí mismos de forma natural, sino solo saben ver a los jóvenes que salen en las gacetas y en las series. En esos casos, procuro persuadir al paciente de que es mejor aguardar y suelo mandarles al psicólogo; en otros casos, al endocrino».
Mas mandar a la gente al sicólogo o bien al siquiatra no acostumbra a ser labor bien entendida por la parte de los pacientes. Todos y cada uno de los cirujanos coinciden en que es misión prácticamente imposible persuadir a un paciente -así sea joven, así sea adulto- de que no se meta en el quirófano. «Acá llegan pequeñas muy delgadas pidiéndote una lipoescultura y no hay forma de persuadirlas de que no tienen grasa que sacar por ninguna parte», afirma Vilar-Sancho. «Mandarles al siquiatra es como mentarles a su madre», arguye Barragán. En ocasiones, estos cirujanos saben que su negativa a operar va a tener una sola consecuencia: el paciente asistirá a cualquier otro especialista, puesto que este es un mercado floreciente, una medicina completamente privada, en la que siempre y en toda circunstancia hay alguien presto a aplicar el costoso tratamiento.
Gimeno afirma que no es malo que la cirugía estética -y asimismo entre quinceañeros- vaya en incremento, que es señal del creciente nivel de vida de un país, mas Gabilondo, observador de su clientela, aventura una hipótesis: «Para mí que muchos progenitores de el día de hoy están vendidos por los inconvenientes de sus hijos. Me da la sensación de que renuncian a la educación de los hijos y, al final, son esclavos de sus caprichos. De ahí que en ocasiones vienen a la consulta y te piden: «Hazles lo que sea, por favor».