Las bolsas de plástico tienen los días contados. Argentina sigue el camino de países como Italia. El país trasalpino ha sido vanguardista en la prohibición de las bolsas de plástico en las tiendas y ahora, desde el inicio del año en curso, asimismo obliga a que las que se emplean por los consumidores para los productos perecederos (frutas, verduras, carne y el pescado) sean biodegradables, compostables y de pago para el usuario.
Es una muestra más a la batalla que se ha emprendido contra el plástico puesto que se trata de elementos altamente contaminantes que, según los expertos, tardan unos cuatrocientos años en degradarse y parar de ser un inconveniente medioambiental.
Además, las estadísticas apuntan a que apenas el 10 por ciento de los consumidores reutilizan las bolsas de plástico que adquieren en sus compras.
En España, está previsto que a lo largo de este año dos mil dieciocho se comience a aplicar la normativa que fuerza a los establecimientos a cobrar una cantidad que va desde los 5 y a los treinta céntimos por cada bolsa que entreguen a sus clientes. Es una medida encaminada a cumplir la política de la UE para reducir su uso que en España alcanza los ocho mil cuatrocientos millones. O sea, por las manos de cada de España pasa la friolera de ciento ochenta bolsas de año en año. Algo insostenible.
Para contribuir en la lucha contra este elemento cotidiano pero tan perjudicial, los establecimientos tienen alternativas y atractivísimas. Por ejemplo las bolsas de tela adaptadas que permiten a los mercaderes cumplir con la normativa y también ayudar al medioambiente en su conservación.
La bolsas de lona deja su reutilización en el tiempo merced a la resistencia que tienen. Además de esto, hay muchas posibilidades para personalizar las bolsas con colores, diseños, tamaños y formas que hacen de este elemento, que frecuentemente no le damos la importancia que tiene, que se transforme en algo atrayente para el consumidor y una parte de la imagen del comercio.
Por otra parte, la industria asimismo tiene una opción alternativa al plástico con las bolsas ecológicas elaboradas desde caña de bambú o de fécula de patata. A pesar de lo que se pueda pensar, se trata de recipientes muy resistentes que asimismo permiten su personalización en diseño y colores. Usan tintas al agua o bien vegetales que no contaminan. Con estas bolsas se asegura que usamos material reciclable al cien por ciento y contribuimos a eludir la deforestación puesto que con cada árbol que se tala se asegura que se plantan tres. Esta política de sostenibilidad viene de la mano de los certificados FSC destinado a la protección de la naturaleza y la tala controlada de arboles.
El comercio debe amoldarse a la solicitud de sus clientes que cada vez están más concienciados con el cuidado de su en torno, basando el empleo de las bolsas en la triple R: reciclar, reducir y volver a utilizar.