Cuando el diseño gráfico español hizo ‘boom’

A fines de los años ochenta una de las preguntas más populares en la Barna preolímpica era “¿diseñas o bien trabajas?”, una expresión frívola cara un planeta, el del diseño y los diseñadores, que vivía una etapa gloriosa y también inmersa en un genuino bum que parecía anegar la vida de toda la urbe. La oración es el título de la exposición ¿Diseñas o bien trabajas? La nueva comunicación visual. mil novecientos ochenta-dos mil tres, que puede verse en la cuarta planta del Museu del Disseny de Barna como nueva exposición permanente del centro (y por tanto a lo largo de un tiempo indeterminado); una revisión de estos años de gran vitalidad creativa que arrancan con las primeras elecciones democráticas y terminan con la llegada de la tecnología y la creación digital.

La historiadora del diseño y comisaria de la exposición Raquel Pelta explicó a lo largo de la presentación de la muestra que las cerca de seiscientos piezas firmadas por doscientos profesionales como Enric Satué, America Sanchez, Oscar Mariné, Mariscal, Peret, Juan Gatti, José María Cruz Novillo, Yves Zimmermann, Nacho Lavernia, Pilar Villuendas, Claret Serrahima, Paco Bascuñán, Isidro Ferrer y Enric Aguilera, como los estudios Eumografic, Grafica, BaseBCN, Mucho o bien Vasava, son parte de “la temporada dorada” del diseño de España, un instante “tremendamente rico de explosión de vitalidad”, que la comisaria equipara con los “locos años veinte” o bien los “atrevidos años sesenta” y dejan ver “como este cosmos autor ha llenado la vida de todos y cada uno de los españoles a lo largo de más 2 décadas, si bien la mayor parte no han sido conscientes”.

La muestra, que es una continuación de Diseño gráfico de estudio de diseño. De oficio a profesión, mil novecientos cuarenta-mil novecientos ochenta, que abrió el museo hace 3 años y medio, arranca con la llegada de la democracia, que entre otras muchas cosas trajo consigo el fin del gris de la dictadura y apareciesen coloristas y pastoriles carteles electorales, prácticamente naif, con paisajes con castillos incluidos, como los creados por José Ramón Sánchez para el Partido Socialista. Prosigue con los años noventa, marcados por la invención y la llegada del computador Macintosh, una genuina revolución para el trabajo de los diseñadores que hasta ese instante efectuaban todo sin Photoshop ni otra herramienta alén de sus manos —impagable el babero cosido y bordado a mano por Jaume Bach y Pilar Villuendas para la campaña de la Generalitat de Cataluña de mil novecientos ochenta de promuevo de planificación familiar— y que asistió a afianzar la profesión.Carteles de la marca Camper y de la discoteca La Boîte en la exposición del Dhub.

El reflejo del instante

“El punto de cambio fue los Olimpiadas de mil novecientos noventa y dos que transformaron Barna en referencia, una urbe que prosigue siendo esencial para comprender el diseño europeo”, conforme Pelta, al lado del icono de ese instante, la mascota Cobi creada por Mariscal, los símbolos de la candidatura que efectuó América Sánchez o bien los pictogramas de Josep Maria Trias; gacetas como la villa de Madrid me mata, portadas de discos de Tequila, Radio Futura o bien Gabinete Caligari, las bolsas de tiendas de Vinçon o bien marcas como Dispar o bien los coloristas carteles de las películas de cine de Pedro Almodóvar o bien Julio Medem, “directores que tuvieron una angosta relación con diseñadores desde el principio de sus carreras”, destacó la comisaria a lo largo del recorrido para la que no cabe duda de que el “diseño es el reflejo de cada momento”.

La muestra llega hasta dos mil tres, cuando se festejó el Año del Diseño y “la experimentación deja paso a su intelectualización”, conforme Pelta. Y con ella aparecen nuevos enfoques, perspectivas y especialidades en la disciplina donde los temas sociales como el sida, los desastres naturales o bien los efectos de los conflictos armados se cuelan en el diseño en los que poco a poco más interviene lo digital y los nuevos aguantes.

El setenta por ciento de las piezas han sido adquiridas o bien donadas para la exposición por sus autores y terminarán formando una parte de los fondos del museo, explicó Pilar Vélez, directiva del Museu del Disenny. Ese trabajo no ha resultado nada simple pues la mayor parte de estos vanguardistas no eran siendo conscientes del trabajo que efectuaban y pocos creyeron que sus obras, la mayor parte carteles, postales o bien flyers, terminarían en un museo, como ha ocurrido. No extraña que la comisaria le haya dedicado al proyecto “1.800 horas de trabajo”.

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